Sobre mi

Verás, el dolor es el lenguaje que utiliza el cuerpo para llamar tu atención.

Antes de que apareciera probablemente tu vivías tu vida sin pensar demasiado en que tenías un cuerpo que te mueve y te lleva de aquí para allá…

Mi primera experiencia con el dolor persistente y no traumático empezó pronto, con 10 años, y fue lo que más adelante me llevó a convertirme en Osteópata. Te cuento:

Empecé a jugar a tenis con 6 años. Se me daba muy bien y los entrenadores les decían frases a mis padres del tipo: “esta niña, si entrena duro, puede llegar lejos”. Y así lo hice, entrené mucho (pero no llegué muy lejos con el tenis…aunque eso es otra historia)

Con 10 años empezaron a dolerme las rodillas, sin ningún motivo aparente. Recuerdo visitar muchos médicos, traumatólogos, fisioterapeutas y hasta un curandero…cada uno tenía una versión diferente y ninguno me ayudaba a resolver mi dolor (a lo mejor te suena).

Hasta que dimos con un reputado podólogo de deportistas profesionales. Me hizo un estudio completo de mi postura y de mi marcha, evaluó mi pisada con tecnología muy puntera para la época, valoró la rotación de mis caderas, mi flexibilidad…y además era encantador!

Su diagnóstico fue que tenía unos “pies cabos” (mucho puente) y que tenía los dedos “en garra”, como las águilas. Conclusión: Necesitaba plantillas (es lo que hacen los podólogos, plantillas).

En aquél momento, con mis 10 años, me explotó la cabeza: 

“¿¡Mi dolor de rodillas es por culpa de mis pies?! Increíble…

Yo pensé que era un defecto de fábrica, había nacido así, que le vamos a hacer…(bendita inocencia e ignorancia)

El caso es que aquellas plantillas hicieron magia y resolvieron mis dolores de rodillas desde el primer día. El problema es que necesitaba siempre un número más de zapatillas para poder poner las plantillas y que no me asfixiaran los pies…así que durante algunos años parecía que llevaba barcas en vez de bambas. (calzo un 41).

Te estarás preguntando:
“Bueno, ¿y la Osteopatía cuando aparece?…”
Paciencia, voy a ello.

Con 13 años dejé el tenis (no podía con la auto-presión que me imponía) y me pasé al voleibol, deporte de equipo, muuuuucho más divertido. Jugué hasta los 28 años y llegué a ser profesional. También entrené muy duro.

El caso es que como los deportes siempre se me han dado muy bien y me encantaban decidí estudiar INEFC, o lo que ahora se conoce como Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. 

En mi primer trabajo en un gimnasio como entrenadora personal me ofrecieron la posibilidad de formarme con el Método Pilates. Aquél año pasaron 2 acontecimientos que marcaron mi carrera profesional:

  1. El Pilates transformó mi cuerpo y mi flexibilidad de tal manera que ya no necesité llevar plantillas nunca más. ¡Qué liberación!
  2. Escuché hablar de la Osteopatía por primera vez: “El Osteópata, a través de la exploración con sus manos, busca el origen del problema”

“El origen del problema…como mis pies con mi dolor de rodillas! Pero espera…ya no necesito plantillas, mis pies están bien, no nací con pies cabos y dedos en garra…

Con los años y muchas horas de estudio de cómo funciona el cuerpo comprendí que tantas horas entrenando a tenis de tan pequeña, sin hacer prácticamente ningún estiramiento habían acortado tanto mis cadenas musculares que mis pies se habían convertido en pezuñas de águila. Y gracias al Pilates, entrenando regularmente la flexibilidad, recuperé la elasticidad y mis pies y sus dedos volvieron a tocar firmemente el suelo. Sin dolor en ningún lado.

Así que con 22 años decidí que quería ser Osteópata. Quería desarrollar esa habilidad con mis manos de encontrar el “origen” del problema en los cuerpos de los demás. “Qué profesión tan bonita”, pensé.

Es seguramente gracias al dolor que estás leyendo estas líneas. Aunque seguramente pienses “¡¿Gracias?! ¡Maldito Dolor! ¡No me lo quito de encima!

Pero recuerda, el dolor es el lenguaje que utiliza tu cuerpo para decirte que algo va mal, que está sufriendo, está incómodo, se siente pesado, rígido, limitado…y GRITA en forma de dolor. Como mis rodillas gritaban por el acortamiento miofascial (músculos y fascias).

Tan solo hay que escucharlo y comprenderlo. A eso me dedico yo:

ESCUCHAR

OBSERVAR

TOCAR

EVALUAR

COMPRENDER

Y

TRATAR LA CAUSA

(No tapar el síntoma como hacen los medicamentos)

Si buscas la píldora mágica seguramente ya habrás probado el Ibuprofeno, y te habrás dado cuenta de que la “magia” solamente dura unas horas…

Si quieres una solución definitiva podemos trabajar juntos: